A menudo usamos la frase, ‘era inevitable’. Los bebés, mientras crecen, inevitablemente caen muchas veces mientras aprenden a caminar. Cuando un niño hace piruetas en una bicicleta o monopatín, es inevitable que en algún momento se vaya a caer.

Yo esquío y también he enseñado a muchas personas a esquiar. Sin embargo, es inevitable que también se caigan. A menudo les digo: “Si no te caes, es porque no estás intentándolo”.

Caerse es solo una parte del aprendizaje.

La consecuencia de una caída suele ser dolor. Si la caída es grave, es posible que necesitemos la ayuda de otros: madres, padres, médicos, tal vez incluso hospitales y cirujanos.

En un sentido espiritual, todos caemos al no cumplir la ley de Dios. El resultado de eso es la muerte, tanto física como espiritual, por toda la eternidad. De hecho, debido al pecado de Adán y Eva, nacemos con una naturaleza pecaminosa. La consecuencia de su caída ha sido dolor y miseria para la raza humana desde entonces.

Por lo tanto, es inevitable que todos debamos morir, y es inevitable que todos nos encontremos con Dios. Sin embargo, no es inevitable que todos seamos condenados por no alcanzar su estándar.

NECESITAMOS AYUDA, y la ayuda vino en forma de Dios enviando a su propio hijo muy amado para salvarnos. Él pagó el precio máximo cuando dio su vida para salvarnos de nuestros pecados al morir en la cruz en el Calvario. Al morir, pagó el precio de la muerte, y al resucitar al tercer día, abrió la puerta a la vida eterna, si creemos en Él y aceptamos su sacrificio en nuestro nombre.

Es inevitable que muramos, pero después de eso, nada es inevitable porque tenemos una elección. Elije a Jesús y vive con Él por la eternidad, o elige el juicio de Dios.

Ruego que esta Pascua comprendas la enormidad de lo que Jesús hizo por ti en el Viernes Santo hace dos mil años, y la esperanza eterna que su resurrección en el Domingo de Pascua promete para aquellos que confían en él.