Fruto que perdura

En Juan 15:16 se habla acerca de que demos frutos que perduren. En diversas traducciones se usa el término: que habite, que dure y que permanezca. De cierta manera es un oxímoron ya que la fruta por naturaleza se descompone y tiene una fecha de caducidad. La fruta se debe comer fresca.

Sin embargo tenemos aquí a Jesús hablando acerca del fruto que perdure o permanezca. En ese contexto Jesús se estaba refiriendo a sí mismo como la vid, cuyo sustento es recogido desde las raíces. Apartadas de la vid, las ramas morirán y no podrán dar fruto, pero como parte que son de la vid, pueden dar fruto en abundancia.

El fruto solo puede ser el que da el árbol. Las ramas de un árbol de manzanas solo pueden dar manzanas. Así que cuando estamos conectados al Dios eterno, podemos dar frutos eternos. Él es el que nos sustenta; nuestro alimento es tomado de Él. Por tanto, si recogemos el sustento de esa fuente eterna, es fácil comprender cómo dar frutos eternos.

Dando por hecho que nos quedemos aferrados al Dios eterno, la vid real, entonces produciremos fruto eterno. Fruto que perdura, fruto que permanecerá. Las ramas de un árbol no tienen que luchar o esforzarse para producir el fruto. Solo tienen que permitir que la vida del árbol fruya a través de ellas y el fruto se produce de manera automática.

Asegurémonos de permanecer conectados a Jesús, para que no haya obstáculos para el fluir de Su vida a través de nosotros. Entonces conoceremos la posibilidad de dar muchos frutos.

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